miércoles, 1 de abril de 2009

Todo lo que Ciudadano Kane NO inventó...

Más o menos de la década de 1960 hacia acá que corre por el mundo una especie de sacralización intocable de Ciudadano Kane que obstaculiza bastante el visionado de la misma por las nuevas generaciones, los que nacimos como de 1970 para acá. Vamos, que se llega a cualquier lugar donde se exhiba Kane con la sensación de que se está entrando a la Capilla Sixtina o a la cámara funebre de Tutankamon, se tengan o no los elementos necesarios para hacer una valoración justa del filme.

Pero hay que decir, muy a favor de Welles, que una vez que nos hemos despojado de estas auras sacrosantas y velos místicos que recubren a Kane, se puede ver como se vería cualquier otra película nada más para llegar a la misma conclusión: SI, es una película genial y es, como se dijo alguna vez en otro texto, un casi grosero derroche de talento, osadía y maestría juvenil.

La primera verdad que habría que decir es que Kane no inventó casi nada, ni la profundidad de campo, ni el flashback, ni las narraciones paralelas, ni el claroscuro, ni el contrapicado. Ni siquiera aquella puntada que hoy llamaríamos mockumental, que fue insertar de golpe un noticiario falso con toda la apariencia de uno real.

Lo que Welles hace es algo mayor: Una síntesis o summa al mismo tiempo visual, sonora, narrativa y dramática de lo que el cine era hasta ese momento y lo que sería a partir de ahí, integrando sin mayor esfuerzo casi cualquier elemento ensayado y propuesto por sus antecesores alemanes, franceses, soviéticos ó norteamericanos: Ciudadano Kane concilia a Grifith con el Doctor Caligari, a Eisenstein con el Asalto y robo del tren y a todos con todos.

Por otra parte, hay que señalar (ya no elogiar, que eso ya lo hicieron muchos) la facilidad que exhibe Welles para evadir y aglutinar géneros, para saltar de un registro a otro sin problemas de fluidez: La primera secuencia exhibe todos los cánones del terror y el thriller, de ahí brinca a un noticiario típico de su época para saltar, de golpe, al inicio de una trama detectivesca de periodistas. Durante las dos horas siguientes hay un cruce entre el biopic (falso), el melodrama romántico, la intriga política, el film noir, el drama familiar, destellazos de comedia y hasta unos minutos que rozan el musical de variedades.

Además, el guión del propio Welles tiende a evadir casi toda convención de cualquiera de esos géneros: El periodista / detective nunca resuelve el misterio, el melodrama romántico no tiene final feliz, el político nunca alcanza ninguno de sus fines… aunque tampoco lo mata nadie, que suele ser el otro final típico.

Con todo esto (o igual y precisamente por esto) la narrativa de Kane encuentra en sí misma una lógica y una integridad que resisten cualquier cantidad de veces que se quiera ver la película: No se encontrará ni siquiera un plano prescindible o una secuencia que se pueda quitar sin desbalancear el encadenamiento global de la narración ó el juego de lo que el espectador sabe y los personajes no… o viceversa.


P.D. Con el permiso de Alejandra, la administradora (bueno... o sin él), este comentario será publicado tambien en el muy abandonado blog del autor del mismo: losplanosdebabel.blogspot.com. Si gustan pasearse por ahí, sea por interés o por pura compasión, bienvenidos sean.
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